Intervención del Banco de Japón
El Banco de Japón ha decidido mantener invariables las tasas oficiales de tipos de interés ( -0,1 %) y la cantidad de compras de bonos (80 billones de yenes al año), pero ha establecido un objetivo en la curva de rendimientos de los títulos públicos. Concretamente, el Banco Central de Japón mantendrá las tasas de los bonos a 10 años cerca de los niveles actuales (alrededor de 0 %). Con el anuncio, los rendimientos de los bonos a 10 años, que estaban en negativo desde febrero, han regresado ligeramente a la senda positiva ( 0,005 %) y el diferencial entre las tasas de los bonos a 10 años y los de 2 años se elevó a 25 pb ( se encontraba alrededor de 10 pb en verano) .
Nota aclaratoria: pb=puntos básicos. Ejemplo: 10pb= 0,10%
El Banco de Japón prolonga la sensación de estado de «emergencia»
La bolsa reaccionó positivamente y el Nikkei ganó un 2%, apoyado también por el anuncio del banco central de aumentar las compras de ETFs. El sector bancario, que ha perdido un 28% desde que en enero el Banco de Japón fijó los tipos de interés oficiales negativos, se beneficia de una curva de tipos más pronunciada debido a que los beneficios bancarios sufren cuando la curva se aplana. Normalmente, los bancos toman depósitos a corto plazo y los emplean en el largo plazo; al reducirse la diferencia entre los tipos a los que se financia la banca y los tipos a los que prestan dinero se hunden los beneficios.
Por lo tanto, podemos decir que en comparación a los extremos registrados en los últimos meses, una curva relativamente pronunciada puede dar cierto alivio al sector bancario, pero si nos fijamos en los números absolutos, está claro que nos movemos en el contexto de la esquizofrenia. Estamos hablando de solo unos 10-15 puntos básicos, es decir, establecer un objetivo del 0% para los bonos a 10 años. En nuestra opinión, no se parece a la fase de la «normalización » de los mercados que muchas personas esperan. Que la economía global empiece a tirar con la presencia de políticas así expansivas, da la sensación, al menos en parte, de vivir en un estado continuo de “emergencia” que hace que aunque suban los precios de los activos a nivel global, se mantenga la sensación de fragilidad de los mercados financieros que se perciben artificialmente sostenidos por los bancos centrales.