La volatilidad no tiene por qué ser lo mismo que el riesgo.
En la teoría financiera predominante se asocia el riesgo de una cartera con medidas de volatilidad de corto plazo. Bajo esta hipótesis una cartera más volátil, es una cartera más arriesgada. La industria de la inversión ha definido cuan movido es el camino, como la definición de riesgo, más que el resultado final. Un camino menos movido, es percibido como menos arriesgado, aunque esto derive en una pobre rentabilidad. Algunos inversores tenemos una percepción diferente: el mismo Warren Buffett percibe las caídas de los mercados como oportunidades de inversión. Se produce pues una contradicción: algunos inversores de éxito no asociamos riesgo con volatilidad, sino con la pérdida de oportunidades: el riesgo es no alcanzar el rendimiento adecuado u óptimo para nuestras carteras.
El riesgo real es no obtener el rendimiento esperado.
Recientemente algunos autores que defienden la teoría del «Behavioral Portfolio Management» intentan resolver este problema. Estos autores definen el riesgo como la posibilidad de falta de rendimiento. Bajo esta perspectiva creen que es un error crear portafolios que intenten minimizar la volatilidad de corto plazo, puesto que en definitiva esto puede ocasionar el resultado opuesto: aumentar el riesgo, ya que el riesgo para ellos, es el producir retornos mediocres para el cliente.
Cómo invertir, más allá del riesgo del corto plazo
Cuando el inversor ya ha superado mentalmente estas barreras, puede aplicar una visión totalmente, de largo plazo. Un inversor con una visión más madura puede ser ajeno a los estándares de la industria: estos estándares proponen que se construyan portafolios que minimizan la volatilidad de corto plazo, anteponiendo la consecución de los retornos de largo plazo. La teoría del BPM define esto como el gran error, el poner las emociones en el centro del proceso de diseñar un portafolio, con un horizonte de largo plazo.
Esas emociones son las que a menudo, hace que muchos inversores salgan de los mercados cuando se producen caídas violentas o la volatilidad aumenta: los estudios demuestran precisamente lo contrario, en esos momentos es cuando lo correcto sería aumentar esas posiciones, puesto que es después de grandes caídas cuando los retornos esperados son más altos.
Construir portafolios que deriven en altos rendimientos es relativamente fácil, cuando se aceptan ciertos principios. Pero por contra puede ser emocionalmente mucho más complicado.
Posiblemente más de uno piense en el mundo de las finanzas como una materia cercana a la física, cuando realmente es más cercana a la sociología. Prever el corto plazo es imposible: superar estas barreras implica poder controlar las emociones.
Nuestras carteras están basadas en estrategias de inversión más orientadas para el inversor más «tranquilo»: además su gestión dinámica implica una cierta protección en momentos de grandes correcciones. Aun así el objetivo es conseguir rentabilidades óptimas en cualquier circunstancia de mercado.