Cuando se habla de inversión, uno de los términos más mencionados —y también de los más malinterpretados— es el riesgo. Desde gestores profesionales hasta inversores particulares, todos quieren evitarlo, minimizarlo o gestionarlo. Pero, ¿sabemos realmente de qué hablamos cuando hablamos de riesgo? ¿Es simplemente sinónimo de volatilidad? ¿O es algo más profundo, más estratégico, más humano?
En este artículo propongo una reflexión: el riesgo no es lo que muchos creen. La volatilidad, el drawdown o el ratio de Sharpe son útiles, sí. Pero el verdadero riesgo tiene que ver con no alcanzar nuestras metas vitales. Y entender esto puede cambiar radicalmente cómo invertimos y cómo vivimos nuestra relación con el dinero.
Índice de contenido
Toggle1. El riesgo desde la óptica técnica
En finanzas, la cuantificación del riesgo ha estado históricamente asociada a métricas objetivas. Veamos las más comunes:
▸ Volatilidad:
La volatilidad es la más conocida. Mide la desviación estándar de los retornos de un activo. En otras palabras, cuánto fluctúa. Si un fondo sube o baja un 10% frecuentemente, se considera más volátil —y, por tanto, más “arriesgado”— que uno que se mueve solo un 2%.
▸ Ratio de Sharpe o rentabilidad corregida por riesgo
El ratio de Sharpe mide cuánto retorno adicional recibe un inversor por cada unidad de riesgo (volatilidad) asumida. Se calcula como la rentabilidad anualizada (TAE) excedente respecto al activo libre de riesgo dividida entre la volatilidad anualizada. Cuanto más alto, mejor.
Una versión simplificada consiste en dividir directamente la TAE por la volatilidad anualizada, omitiendo el ajuste por tipo libre de riesgo. En la práctica, se obtiene una aproximación muy similar.
Estas herramientas son valiosas. Nos ayudan a comparar activos, construir carteras y tomar decisiones con base cuantitativa.
Podemos ver claramente cómo se manifiestan los conceptos de rentabilidad, volatilidad y ratio de Sharpe en la evolución de distintas carteras de inbestMe. En el gráfico superior observamos que la cartera con mayor TAE (+7,6% del perfil 10) también es la que presenta mayor volatilidad anualizada (12,7%). Mientras que la cartera ahorro, con apenas un 0,5% de volatilidad, logra una TAE del 2,9% y un Sharpe altísimo del 4,4. Dicho de otra manera aunque la cartera ahorro es excelente, si nos guíamos por la volatilidad/Sharpe ratio, puede ser insuficiente para conseguir un objetivo de largo plazo y para ello deberemos aceptar más volatilidad que nos permitirá obtener TAEs superiores y más garantías de superar a la inflación.
▸ Drawdown:
El drawdown (caída máxima) refleja la pérdida en porcentaje desde un máximo hasta un mínimo. Es útil porque permite visualizar la peor experiencia histórica de un inversor que hubiera entrado en el peor momento. Por tanto, cuantifica “el riesgo” o el miedo máximo en términos porcentuales asociado a esa inversión.
En el gráfico superior vemos que las caídas máximas en este período son superiores (-6%/-2%) en las carteras con perfiles más altos (6 y 10) siendo muy bajas (-0,5%) en el perfil 2 o nulo en la cartera ahorro. De nuevo observamos que son caídas máximas temporales.
Hay otras métricas más complejas y sofisticadas, pero todas comparten una limitación: son representaciones parciales de una realidad mucho más rica. Como una fotografía en blanco y negro de un mundo lleno de matices.
2. La trampa de confundir volatilidad con pérdida definitiva
Las medidas técnicas son, diferentes caras o indicaciones de riesgo que son útiles para comparar diferentes inversiones
Pero cuando la volatilidad se percibe como sinónimo de riesgo, el resultado suele ser el miedo. Caídas del mercado del 10%, 20% (que por cierto son habituales) o más provocan reacciones emocionales intensas: dudas, ventas impulsivas, abandono de la estrategia… Si se entiende que esto es normal, se puede entender que no es necesariamente “riesgo”. Es sin duda una sensación de “incomodidad” que hay que aprender a soportar en más o menos grado para conseguir una cierta rentabilidad.
Volatilidad no es pérdida permanente. Es fluctuación temporal.
Un ejemplo: el índice MSCI World ha tenido múltiples caídas del -20% o más en las últimas décadas. Pero también ha multiplicado su valor varias veces. Quien haya mantenido una cartera diversificada en renta variable global a lo largo de 20 o 30 años probablemente haya visto crecer su patrimonio, a pesar (o gracias a) esa volatilidad.
3. La verdadera naturaleza del riesgo
Si aceptamos que la volatilidad no es el enemigo, ¿qué es entonces el riesgo real?
▸ Pérdida permanente de capital
Invertir en activos sin diversificación, sin entenderlos, o en proyectos altamente especulativos puede llevar a la pérdida total. Este sí es un riesgo auténtico. La historia está llena de ejemplos: burbujas tecnológicas, inmobiliarias, criptomonedas sin fundamento…
Más allá de las medidas técnicas, el verdadero riesgo es someter nuestras inversiones a una pérdida permanente o total del capital.
Precisamente la propuesta de carteras que se hace en inbestMe están dotadas de la máxima diversificación para prácticamente eliminar el potencial de una pérdida permanente.
▸ No alcanzar tus objetivos vitales y financieros
El dinero es un medio, no un fin. Invertimos para cumplir metas: jubilarnos con seguridad o con un nivel de vida aceptable, pagar la educación de nuestros hijos, comprar una vivienda aceptable, lograr independencia financiera, … Si tus inversiones no te permiten llegar ahí, aunque sean “estables”, no estarán cumpliendo el propósito de ayudarte con tus objetivos vitales que están intrínsecamente ligados a menudo a los financieros. Dicho de otra manera podemos dejar nuestro dinero en el banco por miedo a la volatilidad. Pero lo más probable es que no obtengamos muchos de nuestros objetivos financieros. Sin ir más lejos, dejando nuestro dinero sin invertir, estaremos sometidos a otro riesgo es la inflación: nuestro dinero irá perdiendo poder adquisitivo.
No alcanzar tus objetivos financieros es el riesgo más importante a evitar. Por eso en inbestMe estimulamos la inversión por objetivos y te animamos a segregar tus diferentes objetivos financieros, y a asociar a cada uno de ellos el objetivo de rentabilidad deseado, eso sí, aceptando la pérdida temporal (que no definitiva) que deberás soportar.
▸ Tomar malas decisiones en momentos críticos
El riesgo también está en nosotros. En nuestra falta de preparación emocional. En vender en pánico, comprar por codicia, o abandonar un plan sólido por las emociones del momento. Este tipo de riesgo no aparece en ningún gráfico, pero es uno de los más destructivos.
4. Volatilidad: el precio de la oportunidad
La paradoja es que sin volatilidad, no hay rentabilidad. Es esa incertidumbre la que genera la prima de riesgo que remunera a los inversores a largo plazo. En otras palabras, la volatilidad es el precio que pagamos por acceder a los retornos superiores de los mercados financieros.
Cuando comprendemos esto, nuestra relación con el riesgo cambia. No se trata de eliminar la volatilidad, sino de convivir con ella y gestionarla con inteligencia:
- Diversificación
- Horizonte temporal adecuado (cuando más largo mejor)
- Aportaciones recurrentes (mejor automatizadas)
- Alineación con nuestros objetivos personales
Y al extremo, cuando entendemos que la volatilidad no implica pérdida definitiva, sino oportunidad temporal, incluso podemos darle la vuelta:
Las caídas se convierten en momentos ideales para aportar más. Oportunidades para mejorar la rentabilidad futura. Una cartera bien diseñada no solo tolera la volatilidad: la necesita.
5. Gestionar el riesgo real
La inversión no consiste en evitar sobresaltos, sino en avanzar con rumbo firme. Las métricas como la volatilidad o el Sharpe son brújulas útiles, pero no deben hacernos olvidar el mapa: nuestros objetivos. Una herramienta complementaria muy útil es usar el simulador de objetivos que facilita la planificación financiera y la consecución de objetivos.
Gestionar el riesgo, bien entendido, no es huir del mercado cada vez que tiembla. Es centrarse en conseguir nuestras metas, con la capacidad emocional para sostenerla en los momentos difíciles, sabiendo que son temporales, y con la humildad de saber que no todo está bajo nuestro control.
El verdadero riesgo no está en los gráficos ni en los números. Está en no saber por qué y para qué estás invirtiendo y que la volatilidad forma parte del camino hacia el éxito.